Catalanes y caledonios

El primer ministro de Caledonia, Alex Salmond. Foto: Saúl Gordillo,Agència Catalana de Notícies

El primer ministro de Caledonia, Alex Salmond. Foto: Saúl Gordillo, Agència Catalana de Notícias

Por Isaac Bigio

Cataluña y Caledonia (el otro nombre de Escocia) son dos ricos países ubicados en el norte de los dos mayores reinos europeos (España y Gran Bretaña, respectivamente), los mismos que tienen sus propios gobiernos nacionalistas que promueven un referendo para decidir sobre si se deben escindir como Estados independientes.
El primer ministro del Reino Unido, David Cameron, y el de Caledonia, Alex Salmond, firmaron un acuerdo para permitir que los residentes de Escocia digan sí o no a la independencia en un referendo en el 2014, en tanto que el premier español Mariano Rajoy veta cualquier intento de parte del presidente catalán Artur Mas de convocar a un plebiscito que pudiese poner en jaque a la unidad del fragmentado Estado de España.
Si bien Rajoy como Cameron son conservadores monárquicos, ambos adoptan una actitud diferente ante sus respectivos separatismos debido a una tradicional diferencia entre la historia de las coronas de Madrid y Londres. La primera ha sobrevivido varias guerras civiles, incursiones externas y deposiciones así como la ruptura violenta de casi todas sus vastas colonias.
La segunda, en cambio, desde que se unificaron Inglaterra y Escocia para formar el Reino Unido en 1707, nunca ha conocido una sola revolución o violencia generalizada (salvo las generadas en la vecina isla irlandesa u otras dependencias) o una invasión, mientras que ha sabido aceptar relativamente gradual y pacíficamente la independencia de la mayoría de sus antiguas posesiones, las mismas que hoy mantienen una Mancomunidad de 54 Naciones bajo la égida de su monarca Elizabeth II.
La corona madrileña  solo ha buscado administrar directamente sus propios territorios por lo que esta se ha reducido al Estado español en tanto que esta ha sido incapaz de haber logrado mantener algún tipo de tutela sobre sus antiguas dependencias en las Américas (las mismas que antes llegaron a dominar la mayoría de dicho continente), Europa, Asia, África y Oceanía.
Elizabeth II, además de ser la lideresa de la Commonwealth (la cual agrupa a un cuarto de la humanidad incluyendo a la región más habitada del planeta: el subcontinente indio) es la reina de 16 naciones (incluyendo las gigantescas Canadá y Australia). Mientras Londres y también el Partido Nacionalista Escocés que domina el parlamento y el gobierno de Edimburgo están dispuestos a negociar una independencia aceptando el trono británico; la situación del País Vasco y de Cataluña es diferente.
Estas dos últimas autonomías de España están gobernadas por masivos partidos nacionalistas ‘moderados’ mientras que la intransigencia y las medidas de austeridad de Madrid han provocado que en las últimas elecciones vascas y catalanas las fuerzas que más han crecido allí sean las izquierdas separatistas republicanas y antimonárquicas.

Referendos separatistas

Escocia y Cataluña se mueven hacia un referendo para decidir si se mantienen dentro de sus respectivos reinos (británico o español) o si se separan como Estados soberanos.
En el primer caso, Londres ha aceptado dicha consulta mientras que en el segundo Madrid la veta. Esto último debido a su tradicional actitud hostil ante todo separatismo (como el de Kosovo ante Serbia que Alemania y otros miembros de la UE apuntalaron) y a que no acepta el derecho de ninguna de sus autonomías a poder fragmentarse del reino.
Si Londres aceptase que Escocia se le demarcase en una consulta democrática, España aún podría torpedear dentro de la Unión Europea su ingreso como Estado número 28.
En estos momentos cualquier posible fragmentación de uno de los 27 Estados de la UE sería un fenómeno inédito en la historia de esta entidad que lleva seis décadas de haberse fundado, lo cual, a su vez, podría generar vetos y también una estampida de nuevas naciones que busquen independizarse.
Un sí a la independencia en un referendo dentro de uno de los miembros de la UE tendría grandes consecuencias. Si Escocia se separase del Reino Unido, esto alimentaria la tendencia de Irlanda del Norte hacia una independencia parcial o una nueva asociación con el resto de la isla irlandesa, así como a los pedidos de Gales para una mayor autonomía, en tanto que dejaría a una Inglaterra más propensa a ser gobernada por los conservadores haciendo que los laboristas pierdan su mayor bastión (Escocia).
Si los vascos o catalanes hacen algo similar, eso afectaría a las zonas que hablan la misma lengua en Francia y en su entorno dentro de España. Navarra es reivindicada por los vascos mientras que el catalán se habla dentro de las comarcas fronterizas a Cataluña y una variante de esta lengua es idioma oficial en las vecinas Valencia e Islas Baleares.
España está llena de movimientos nacionalistas y regionalistas: desde Galicia (cuna del idioma portugués y de un derivado de este que es hablado por unos dos millones de personas) hasta las africanas islas Canarias.
Francia ha logrado evitar ser una república multilingüe pero eso no implica que esta no tenga movimientos nacionalistas en Bretaña, Córcega o los occitanos.
Los movimientos nacionalistas flamenco en Bélgica y lombardo en el norte de Italia, a diferencia de los de los países vasco, catalán, escocés o norirlandés, tienen una orientación de derecha y antiinmigrante. Italia es un mosaico de dialectos, algunos de los cuales bien podrían reclamar el status de idiomas separados (pues se diferencian entre sí más que el español lo hace del portugués).
Otra fuente de posibles tensiones son las minorías turcas (especialmente en Bulgaria) y magiares en Eslovaquia y Rumania (las mismas que hasta 1945 fueron parte de la Gran Hungría fascista).

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