Horacio Cartes desvela a las ONG de Fernando Lugo

Fernando Lugo comparte con jovenes al cierre de foro

Fernando Lugo. Foto: Rafael Alejandro Urzúa Urzúa

 

 

Por Luis Agüero Wagner

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Los legionarios que viven con la vista volcada al exterior de Paraguay, y extendiendo la mano para recibir monedas para sus ONG, hoy sufren de insomnio al pensar en el 2013

Dicen que nada mejor para arrebatar la cordura que el insomnio y la soledad, y es lo que de un tiempo a esta parte parece estar aconteciendo con el destituido cura presidente Fernando Lugo y sus seguidores, los impolutos “chicos buenos” de las ONG.

Nadie ignora que nuestro héroe el cura papá Fernando Lugo llegó a la presidencia del Paraguay cabalgando sobre la descarada ingerencia del embajador norteamericano James Cason, e impulsado por una constelación de organizaciones regadas con dólares de USAID. Sin embargo, hoy acusan al “imperio” de haber propiciado la caída del gobierno del cual se beneficiaban. ¿Qué diría Eva Golinger, asesora de Hugo Chávez en estos temas, si indagara a fondo las fuentes de financiación de varios grupos que se embanderan con Lugo?

También disparan permanentemente contra la prensa hegemónica paraguaya, como si nunca la candidatura de Lugo haya recibido todo el impulso que le dieron empresarios de medios desde ABC color, Ultima Hora o Radio Ñanduti.

Durante el proselitismo que llevó a Lugo al poder, uno de los grupos que respaldaba al cura papá incluso llenó Asunción con afiches que denigraban al senador Juan Carlos Galaverna, en medio de una refriega entre este y el embajador norteamericano. Se ganaron así, coyunturalmente, el favor del imperio y de los empresarios de la prensa enemistados con el citado senador, quien a pesar de todo, sigue humillando una y otra vez al poder mediático hasta el día de hoy.

Las razones del insomnio de los autoproclamados impolutos conducen todas a un mismo destino: el impetuoso candidato colorado Horacio Cartes. Para intentar descalificarlo, las versiones que propalan desde el luguismo no dudan en apelar a mitos que el imperio propaga en sus afanes de dominación, entre ellas la perdida “guerra contra las drogas”, o al lavado de dinero, enemigos que impone a sus esclavos para que lo enfrenten en su nombre.

De ser ciertas las acusaciones que le hacen al candidato que desvela, Horacio Cartes, éste sería el más representativo de los paraguayos. En un país que el mundo señala con el dedo como corrupto, sede de lavadores de dinero sucio y narcotraficantes, sería coherente que ejerza su representación un exponente destacado de tales actividades. ¿O todavía alguien tiene esperanza en que la ciclópea labor de revertir esa imagen alguna vez dará frutos?

Sería razonable intentarlo, si no fuera porque los responsables de la deplorable imagen del Paraguay en el exterior, los mismos que la vienen ensuciando desde hace décadas con motivos más o menos valederos, no insistieran en seguir desinformando cada vez que no le gusta el gobernante de turno.

Hoy alertan sobre una presunta “colombianización” del Paraguay. En Colombia, señalan, se vive en el infierno de los enfrentamientos con la guerrilla, de los paramilitares, de la inequidad social, de las ejecuciones extrajudiciales. Todo eso y mucho más existe en Paraguay desde hace mucho tiempo, y son problemas que solo se agudizaron bajo el gobierno del intocable Lugo.

Por lo general ha sido la izquierda la que ha señalado una y otra vez las vinculaciones entre la CIA y el monopolio del narcotráfico, las connotaciones racistas de la guerra al crack, el cultivo “legal” de coca en El Chapare, el carácter ingerencista de la “guerra a las drogas” y la paradoja implícita en que Estados Unidos compre la mitad de las drogas prohibidas que se producen en todo el mundo. ¿O ahora lo olvidan porque necesitan que ese mismo imperio del cual provienen esos males, sea el único que puede sacarles las castañas del fuego?

Además, todo el mundo sabe que de existir tal guerra al narcotráfico, hace tiempo está perdida, así como la que teóricamente se ha declarado al lavado de dinero. Lo confirman desde hace bastante tiempo los bancos suizos, que nunca son molestados por emisarios imperiales a pesar de todo el dinero que lavan y no solo del narcotráfico, también de fortunas manchadas con sangre por genocidas. Como se dijera con mucha razón, por sucio que llegue el dinero y por complicados que resulten los enjuagues, la banca suiza los devuelve sin una sola mancha

Como se pregunta un autor venerado por la izquierda latinoamericana: ¿No favorece el tráfico ilegal la libre circulación de mercancías y capitales? ¿No es el negocio de la droga la más perfecta puesta en practica de la doctrina neoliberal? ¿Acaso no cumplen los narcotraficantes con la ley de oro del mercado, según la cual no hay demanda que no encuentre su oferta?

Poco importa a los impolutos el razonamiento de Premios Nóbel como Milton Friedman o Mario Vargas Llosa, que ya han señalado la necesidad imperiosa de legalizar las drogas. Ellos prefieren escuchar el razonamiento de rústicos comisarios que gracias al este “combate” se benefician con becas, viajes, donaciones y otras formas de soborno.

En Paraguay, los impolutos que reciben financiación internacional para emprender campañas antinacionales, no se avergüenzan de llamar en su auxilio a las vertientes más descaradas de la hipocresía imperial. Por lo general, se declaran enemigos de Estados Unidos, pero son los primeros que se presentan en las ventanillas de cobro de la embajada de ese país cuando USAID anuncia que distribuirá dinero.

Detrás de todo inflamado anatema con el cual estos impolutos buscan manchar a sus adversarios, está el íntimo deseo de ocultar la forma en la cual captan fondos que luego malversan, traicionando no solo a las causas que invocan, sino también a su propio país.

Esa hipocresía es la que los lleva a realizar proselitismo ante gobiernos extranjeros, en lugar de realizarlo ante su propio pueblo, impotentes como se sienten para ganarse el favor de un electorado que saben muy bien, les dará la espalda el año entrante. Esa hipocresía, justamente, es simplemente un homenaje que rinden a la virtud.
LAW

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